Gloria en las alturas
y en la covacha de cartón,
que cobija al mendigo,
a la mujer,
que ha perdido su casa,
al novio contrariado,
al chaval sin trabajo.
Gloria, gloria a los hombres
de buena voluntad
y jodida paciencia.
La ciudad se engalana
convertida
en traviesa tentadora
que enseña sus vergüenzas
y sus galas,
para atraer al cauto,
al insomne y al tibio ciudadano
de a pie.
Basta ya de remilgos,
¡no sea usted la alcahueta
de los malos presagios!
Es tiempo de hermandad
y regocijo,
de villancicos y panderos.
Cante un "gloria" conmigo
y deje de joder
al personal.
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