Culpa.
Nacimos con la culpa prendida
del pañal
y no hay agua bendita
que la lave,
ni bautizo.
La culpa original,
metida en las entrañas:
Pepito Grillo que nunca
deja en paz,
hurga que hurga
como recuerdo atrabiliario
de la espada flamígera
con que el ángel aquel
nos puso a todos de un portazo
de patitas
en la calle sombría.
El bien y el mal
o el árbol de la ciencia.
Uno a uno comimos
la manzana
y ya no hay quién lo pare.
Vagabundos en tierra
hostil,
a trompicones
confundidos,
con el gusano roedor,
el come-come
de lo posible o lo imposible,
lo saludable o lo vil.
Con normas aprendidas,
que de poco no sirven
y nos atan las manos.
Saltimbanquis en la cuerda floja,
contemplando pasmados
el triunfo del Mal.
Esta vez con mayúscula.
El día del horror, 9 de enero 2015.
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