Ácaros
Es difícil cepillar
los ácaros del
alma
y no hay insecticida
que fulmine
su desatada agitación
de bichitos sin cara
impertinentes,
codiciosos,
incesantes:
un come-come
de interrogantes
vacilaciones y
un pequeño puñado
de certezas
que se deshacen
como copos de nieve
al pisar la tierra.
Haría falta un DDT,
que no contaminara
ni dejara su huella
para acabar
de golpe
con su extraña,
persistente presencia,
silenciosa,
constante,
ácaros invisibles
que se burlan de ti
tirándote del pelo
o haciendo que tropieces
al torcer una esquina
por mucho que te rasques
o te duches.
Ellos prosiguen su tarea,
carcoma que corroe
la almohada
e hincha tus párpados
y te pone ojeras.
26-04-2015
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