descanso
sin poder
detenerse.
Abanico de plumas,
que
entona
una habanera
tras
otra
con su danza imparable
fiel a su destino
ya
marcado:
ir y venir
como quien cumple
la ruta fijada
del
cartero.
Es diminuto y a veces
añora
la parsimonia de la tortuga
ciega,
su pereza y su concha,
las
vacaciones,
que nunca han de llegar.
Remolino en el aire,
molinillo sin nada que
moler,
ganador de carreras,
sin saber que las gana.
L.O.
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