fundidas en la
hierva,
siempre a la defensiva,
silenciosas,
atrapando al incauto,
en su caricia,
con sus hojas,
sedosas,
inocentes,
como la hierva buena.
Un ramito de ortigas,
cruel,
como el beso
de Judas
o el vino turbio
con que las hijas
de Noe
desvergonzadas
emborrachan
al padre.
Hay que ser cautos
pisando la
pradera.
29-03-16